El trabajo infantil y del adolescente es una realidad que es percibida y valorada desde distintas ópticas y posiciones en cada uno de los sectores sociales, en esa línea se identifican tres ejes:
*El trabajo es un derecho y deber de los niños, niñas y adolescentes con su familia, ellos tienen que ayudar a resolver los problemas económicos familiares, sobre todo cuando la madre es sola.
*El trabajo es un derecho y deber de los niños, niñas y adolescentes con su familia, ellos tienen que ayudar a resolver los problemas económicos familiares, sobre todo cuando la madre es sola.
*El trabajo infantil, es un problema social que lesiona y obstaculiza el desarrollo físico, psicológico y social de la niñez nicaragüense.
*El trabajo es una actividad formadora que promueve el valor al trabajo, la responsabilidad y honradez de los niños y niñas.
Cada una de esas posiciones nos ilustran de una u otra manera la percepción que los adultos tienen de los niños y niñas con relación al trabajo, se les reconoce como sujetos, no solo de deberes y obligaciones, sino también de derechos, el derecho al trabajo y el deber y la obligación de ayudar a sus familias en la supervivencia económica del hogar.
Estos padres y madres imprimen al trabajo un carácter formador, destacando el valor de la responsabilidad y la honradez; justificando de esa manera la incorporación de sus hijos e hijas a temprana edad a una actividad social que no les corresponde ni es coherente con su naturaleza de seres en proceso de desarrollo, lo cual no solo impacta negativamente su integridad humana, sino también el desarrollo del país.
Al trabajo le dan un valor formativo en los principios de la honradez y la responsabilidad, además de ayudar a alcanzar una “buena conducta” al margen de los “vicios y la vagancia”, valoración que es reforzada por las concepciones de los adultos, que orientan a sus hijos (as) a partir de sus propias referencias de vida y las exigencias que la supervivencia económica familiar les plantea, aunque esto conlleve al abuso y la explotación laboral, en aras del deber, la obligación y la responsabilidad con sus padres y madres.
Cada una de esas posiciones nos ilustran de una u otra manera la percepción que los adultos tienen de los niños y niñas con relación al trabajo, se les reconoce como sujetos, no solo de deberes y obligaciones, sino también de derechos, el derecho al trabajo y el deber y la obligación de ayudar a sus familias en la supervivencia económica del hogar.
Estos padres y madres imprimen al trabajo un carácter formador, destacando el valor de la responsabilidad y la honradez; justificando de esa manera la incorporación de sus hijos e hijas a temprana edad a una actividad social que no les corresponde ni es coherente con su naturaleza de seres en proceso de desarrollo, lo cual no solo impacta negativamente su integridad humana, sino también el desarrollo del país.
Al trabajo le dan un valor formativo en los principios de la honradez y la responsabilidad, además de ayudar a alcanzar una “buena conducta” al margen de los “vicios y la vagancia”, valoración que es reforzada por las concepciones de los adultos, que orientan a sus hijos (as) a partir de sus propias referencias de vida y las exigencias que la supervivencia económica familiar les plantea, aunque esto conlleve al abuso y la explotación laboral, en aras del deber, la obligación y la responsabilidad con sus padres y madres.
Es cierto el trabajo infantil se da principalmente por la pobreza que vivimos en los países tercermundistas que no tenemos los recursos necesarios para frenar de raís este problema tan grave que afecta a nuestra niñez.
ResponderEliminarRealmente tu blog tiene información diversa alrededor del tema que no es muy tratado como una problemática, sino, que se ve como algo normal en las calles.
ResponderEliminar